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Mi aventura brasileña

Joao se quedó callado y fustrado, pero reaccionó y me dijo: Conozco a la chica que encaja con lo que quieres, pero se que esto te esta gustando y te propongo otro plan mejor. En media hora pueden estar en el hotel, Marcela y su amiga Lía, dos bellezones amigas mías, que no te lo vas a creer. Pero te pongo 2 condiciones. Una, yo también participaré y que las cosas fluyan sin tabúes entre los cuatro y dos yo invito a esta juerga.
Acepté de inmediato, y os aseguro que dentro de 40 años, todavía recordaré esa noche como la mejor juerga que jamás me he corrido.
Joao se puso manos a la obra. Tras varias llamadas el encuentro fue tomando forma. Lo de “en media hora están aquí”, se convirtió en una cita para cuatro horas después, Marcela tenía que localizar a Lía, y Sao Paulo esta a casi 1 hora del aeropuerto. Esto nos permitió salir a cenar a un libanés que estaba cerca del hotel, y sobró tiempo para encargar algunas bebidas en el hotel y ponernos cómodos mientras buscábamos algo interesante en la tele para matar el rato.
Joao, muy observador, se había dado cuenta de que la espera me estaba poniendo cada vez más nervioso.
“Te veo muy tenso, relajate y tumbate de espaldas. Te voy a dar un masaje que te vendrá muy bien”
Fue al cuarto de baño y vino con los tubos de crema hidratante que suministraba el hotel. Me quito el albornoz, se quito el suyo y nos quedamos los dos en slip. ¿En slip?. El cabroncete de Joao no llevaba slip, llevaba unas braguitas de satén que dibujaban perfectamente el contorno de su paquete. Me volví a quedar sin palabras.
Cuando quise reaccionar estaba sentado a horcajadas sobre mi culo y me estaba masajeando el cuello, los hombros y la espalda. Cerré los ojos. Realmente el masaje me estaba aliviando la tensión y poco a poco me iba relajando. Pero todos mis sentidos estaban centrados en las excitantes sensaciones que recibía del roce de su polla con mi espalda y mi trasero y la constatación de que aquello iba creciendo en tamaño y consistencia, a la vez que mi herramienta iba creciendo y endureciéndose al mismo compas. Cuando parecía inminente un ataque en tromba por el flanco sur contra mis debilitadas defensas, tocaron a la puerta. Nos recompusimos, recuperamos nuestros albornoces y acudí a abrir la puerta.

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