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Mi primera vez como una transexual

Me llamo Roberto y la historia que relataré ocurrió hace mucho tiempo, pues, ahora tengo 47 años y; lo que voy a contar aconteció cuando apenas tenía 22 años. ¡Cómo olvidar la primera vez que un hombre me hizo el amor asumiéndome tal cual soy me siento: una transexual muy femenina.
En aquel tiempo apenas me fui de casa de mis padres, comencé a vivir sola, trabajaba y estudiaba, y gané muchísimo dinero que ahorré para realizar mis sueños. Quería operarme, cambiar de sexo, tomar hormonas, en fin, convertirme en una mujer totalmente. De esta manera, empecé un tratamiento riguroso para transformarme en una chica. Comencé a trabajar mi cuerpo, mis posturas, mis actitudes, mi voz, mi forma de caminar y fundamentalmente, con el paso del tiempo cambiaba también mi apariencia física, cada vez mas femenina. Me compré muchísima ropa de mujer, calzados, elementos de maquillaje; comencé a dejarme crecer el pelo, las uñas, mientras tomaba hormonas en el proceso de feminización. Al cabo de un año, mi apariencia era la de una chica, por cierto, muy atractiva. Luego me operé, me hice cirugía estética; feminicé mi rostro, me hice las lolas, me operé la cola, y me hicieron una vagina. Todo esto con mis 22 años...había cumplido mi sueño.
Convertida en mujer, me gustaba mi aspecto...atraía las miradas masculinas cuando caminaba por las calles. Me puse nombre de mujer...Carolina...con una altura de 1,76m; 55 kg; buenas bubis, linda cola, piernas largas y flacas y una piel impecable.
Una tarde de verano me arreglé para asistir a una fiesta de bodas. Pasé toda la tarde en un salón de belleza. Al llegar a la fiesta, me di cuenta que muchos chicos me miraron y me desearon. Estaba bien maquillada, mis labios pintados de rojo intenso sobresalían en mi tez blanca bronceada, mi pelo alisado color negro resaltaban mis ojos celestes. El vestido negro de fiesta, corto, sensual y provocativo, pegado al cuerpo, hacía resaltar mis curvas y mis piernas largas y bien formadas se destacaban por las sandalias sexys de tacones agujas. Mis manos y pies arreglados prolijamente, con las uñas cortas pintadas de rojo intenso, completaban mi figura, con los aros y collar que me había puesto para la ocasión. Abajo de todo, tenía puesto un conjunto de lencería erótica color rojo con encaje bordado.

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